Cada vez que los economistas se refieren a los datos de la macroeconomía, el ciudadano común se pregunta: ¿De qué sirve saber cuánto es el producto interno bruto per cápita si me es difícil conseguir un empleo o cubrir los gastos se¬manales de la casa?
El economista tiene razón al hablar de los “datos macro” y el ciudadano de a pie también la tiene cuando dice que en el día a día esas cifras no impresionan a sus acreedores, el despensero o el que le alquila la casa.
Pero, cada cosa en su lugar. Un país no puede ser gober¬nado con eficiencia sin tener a mano los indicadores que radiografían su situación económica. La macroeconomía se encarga de ello. Es una visión global de una economía entendiéndola como una unidad, sin detenerse en el com¬portamiento individual de sus distintos sectores o agentes. ¿Para qué sirven estos datos? Son importantes para medir resultados, evaluar tendencias y, eventualmente, efec¬tuar correcciones en base a estrategias de desarrollo, según el tono de la política económica vigente en el momento de la medición.
El análisis de los in¬dicadores macroeco¬nómicos se torna particularmente in¬teresante cuando se efectúan compara¬ciones regionales, no movidos por un ánimo meramente competitivo (quien gana, quien está segundo, etc.) sino con el fin de enunciar métodos y contrastarlos con el tipo de Gobierno que los está aplicando. Aspectos tales como disciplina fiscal, con¬trol de inflación, acumulación de reservas internaciona¬les, crecimiento del PIB, estabilidad cambiaria, porcentaje de desempleo, etc. son variables universalmente vigentes para obtener tanto una fotografía del momento como la tendencia de una economía determinada y evaluar el con¬texto político-ideológico en el que se mueve. Un ejerci¬cio puede ser este: Uruguay, Bolivia y Chile se mueven en un arco variable de gobiernos de izquierda, mientras que Perú y Paraguay lo hacen en un contexto de centro dere¬cha. Todos, independientemente de su adscripción políti¬ca, observan similares signos de estabilidad y crecimiento, siendo economías abiertas, de libre competencia con esta¬dos reguladores, pero no intervencionistas. Toda América Latina se mueve a ese ritmo con excepción de dos países: Argentina y Venezuela, que comparten similares cuadros de inflación descontrolada, debilidad de la moneda local, desestímulo a la producción, destrucción de empleo, in¬disciplina fiscal, pérdida de reservas y drástico interven¬cionismo estatal en todos los órdenes de la economía, con gobiernos de fuerte tono populista. Uniendo con flechas y comparando variables, se puede constatar cómo los datos macroeconómicos pueden ser utilizados como termóme¬tros bastante fieles que nos hablan del estado y tendencia de cada economía y si los gobiernos aplican métodos efi¬cientes o desastrosos de gestión.
Son datos valiosos que sirven para iluminar el camino.
Fuente: Diario 5 Días – Edición del 28 de Octubre de 2014